La amistad como mercancía (parte II)

Posted in teoría crítica on January 13, 2011 by obxarxes

La mente humana es compleja, sin duda, pero al mismo tiempo existen numerosos puntos de coincidencia entre todos los individuos. Pautas de conducta que se manifiestan como un producto del condicionamiento social que todos padecemos y que, para su desgracia, algunos disfrutan vivamente. No es mi intención ofrecer una relación exhaustiva de estos comportamientos comunes pero a modo de esbozo se podrían citar el apego a la democracia institucional, la creencia en la bondad del capitalismo, la funcionalidad (pese a la renovada crítica de género promovida desde las instituciones) de la division sexual del trabajo o, para acabar, la artificial separación entre el espacio público y privado del individuo.

En los diarios convencionales se suelen recoger sentimientos, vivencias, miedos y contradicciones (por ejemplo) consustanciales a la vida social del individuo que son interpretados por éste como pertenecientes a la esfera estrictamente privada. En la vida social, ahí afuera, nos dotamos de una suerte de envoltorio que nos impide mostrar a los que interactuan con nosotros aquello que, precisamente, escribimos en nuestro cuaderno privado. No existimos como individuos totales en los que sus contradicciones, miedos, pasiones y sentimientos conviven integrados con la parte más superficial de la existencia individual. Sino que ésta última suele ocultar la primera ofreciendo de nosotros una imagen falsificada, una existencia superficial, aparente. En el modo de producción capitalista el obrero, al no controlar ni las herramientas ni los criterios organizativos del trabajo, objetiva su existencia en el producto que él o ella fabrican. Su producto, la mercancía, cobra vida propia ocultando el conocimiento, el esfuerzo y el sufrimiento de todos aquellos que participaron en su realización, no sólo inmediata sino también su realización histórica como resultado del trabajo social acumulado durante siglos. La alienación no es más que la concrección de una existencia separada y originariamente Marx y Engels la idearon para reflejar la separación entre el productor y el producto. Entre el trabajador industrial y la mercancía. Y entre ellos no sólo mediaba una simple distancia sino que la existencia mercantil del producto negaba violentamente al trabajador como productor social, tapando así el origen social, y por ende histórico, de su existencia. Por tanto, suele ocurrir que ocultemos aquellos aspectos que no consideramos asumibles pues es probable que no se correspondan con aquellos sentimientos o experiencias íntimas que deben ser reflejados en un diario personal. No suele ser agradable enfrentarse a uno mismo, a los temores que atormentan tu cotidianedad. Es mucho más sencillo crear una imagen artificial de nosotros mismos con la que nos sentimos a gusto y a la que podemos dar continuidad sin el riesgo de que se produzcan encuentros traumáticos.

Nuestro caparazón, nuestro disfraz, nuestra existencia aparente puede quebrarse por diferentes razones y en diferentes grados. No solemos mostrarnos tal y como somos pues nunca somos con carácter definitivo. Este es precisamente un momento de ruptura crucial. El reconocer abiertamente que no gozamos (ni seguramente gozaremos) de una identidad acabada, que vamos y venimos, que reímos y lloramos, que somos guapos y feos, fuertes y débiles… Suele ocurrir en contadas ocasiones pero, cuando el grado de afinidad entre dos personas es suficientemente profundo, la apariencia deja paso a la sencillez de una vida complicadamente humana. La gestión del conflicto interno puede considerarse otro indicador válido para calibrar en que medida nuestras falsas identidades nos oprimen y, por el contrario, cúan cerca nos encontramos de la autodeterminación consciente. Demasiadas emociones son vetadas, sesgadas, por la promoción institucional de la felicidad sistemática. El enfado, el odio, la rabia no son algo que deba caracterizarnos, es imperativo reprimirlos en beneficio de la paz social. El rol de consumidor insaciable no se corresponde con un estado de pesimismo generalizado; las dudas, los miedos, las inseguridades o la indecisión no generan escenarios deseables para los gestores del márqueting espectacular-mercantil. Éstos precisan convicción, seguridad y determinación así como un inagotable optimismo desarrollista según el cual el consumo generalizado de mercancías, y la generación (y reproducción) infinita de necesidades puramente materiales, lograrán instaurar un régimen de felicidad universal.

Los diarios personales digitales en red están de moda actualmente. Raro o rara es aquél o aquélla que no pierde el tiempo en la continua actualización de su perfil virtual. En los diarios convencionales pero especialmente en las bitácoras y perfiles digitales lo relevante se sitúa no tanto en lo que el sujeto expresa como en lo que omite[1]. El silencio es profundamente revelador de las inquietudes de una persona. Vivimos en un mundo totalmente interactivo donde, pese a que un porcetanje insignificante de población mundial tiene acceso a las nuevas tecnologías de la comunicación, prima lo visual en forma de imágenes, videos y mensajes de texto que vuelan literalmente de un lado a otro del globo. Cuando la norma es el ruido debemos preguntarnos qué puede querer decir el mínimo atisbo de vacío sensorial[2].

Como decía, lo visual prima sobre prácticamente cualquier otra forma de comunicación. Los más perjudicados sin duda son la escritura y la comunicación oral no mediada por la tecnología. En un futuro no muy lejano las animadas e interminables conversaciones entre afines constituirán una reliquia sobre la que disertarán los tratados de Antropología del Siglo XX[3]. En estas anticuadas prácticas la relación visual de los interlocutores era constante, multidimensional y siempre influenciada por la acción de los demás sentidos. La imagen que los participantes se hacían los unos de los otros oscilaba continuamente en función del tema de conversación, la animosidad e incluso el lugar del encuentro o el clima. El recuerdo que cada sujeto tenía del otro (o de los otros) era cambiante y en ningún modo se correspondía con una imagen estática y plana. En las nuevas relaciones de amistad dominadas por la velocidad y la inmediatez la única referencia sensorial que, de momento, se tiene del interlocutor es una imagen previamente seleccionada por éste[4]. La imagen de perfil es la expresión plástica del disfraz con el que el usuario se presenta en la sociedad virtual. Es esta imagen la que oprime al individuo ya que le priva de su existencia completa pasando ésta a corresponderse únicamente con un conjunto de puntos de luz mecánicamente ordenados que, en la distancia, reproducen una instantánea de su apariencia corporal. Con el tiempo esta artificialidad existencial puede sepultar al individuo cual losa de granito de la que no se pueda librar jamás.

La oxidación del perfil de usuario

 Cuando hablamos de alimentos y nos referimos a la oxidación no hacemos más que señalar el proceso mediante el cual éstos pierden ciertas cualidades al entrar en contacto con el ambiente; como su nombre indica, con el oxígeno. Los champiñones cultivados me servirán para ilustrar el razonamiento planteado a continuación. Si alguna vez tuvieron la oportunidad de cocinar con este tipo de hongo de invernadero seguramente comprobaron como éstos al ser laminados van perdiendo su blanquinosa carne hasta que oscurece completamente. Es un proceso que dura segundos y que no conlleva necesariamente una pérdida de cualidades nutritivas del alimento si se procede a su cocción poco tiempo después. Sin embargo para nuestro propósito es crucial hacer hincapié en la transformación estética producida.

Las identidades o perfiles digitales, a imagen de nuestros champiñones, están sometidas a continuos procesos de oxidación[5]. Éstos dan comienzo en el segundo después de la última actualización del perfil de usuario y su duración se expresa en función de la actividad “media” de cada red social en particular. Pero a diferencia de esta clase de alimentos la oxidación del perfil digital no es irreversible. Inmediatamente después de cada actualización la mercancía virtual vuelve a encontrarse en condiciones óptimas para su consumo en el mercado de la amistad digital. Este proceso ocurre una vez y otra sin interrupción. Como sabemos, las redes sociales se caracterizan por ser canales de interacción virtual donde predomina lo (audio) visual y la inmediatez. Tanto la imagen plástica que cada usuario presenta de sí mismo como la rápidez de éste en ofrecer a cada instante su estado de ánimo son factores primordiales para comprender su funcionamiento. El nivel de integración de cada usuario (y, en consecuencia, la popularidad o centralidad que éste pueda obtener) dentro de la red social digital está directamente relacionada con su nivel de oxidación (descomposición) del perfil. Aquellos perfiles que no se actualizan con la celeridad y la frecuencia exigidas tendrán más probabilidades de situarse en los márgenes de la actividad social digital y, por lo tanto, corren el riesgo de bajarse del tren de la interacción constante[6]

La sociedad silenciosa

 Si bien hemos mantenido que la configuración plástica (el diseño y la imagen del perfil) del perfil de usuario puede constituirse en un factor de opresión en la medida en que la citada imagen pasa a cosificar la propia identidad del individuo pues constituye la presentación que éste ofrece a la sociedad virtual; es también necesario que esta representación visual sea suceptible de actualización constante. Para ello las redes sociales digitales desarrollan continuamente nuevas aplicaciones para facilitar el refresco del perfil de usuario con el fin de que pueda disminuir al máximo su nivel de oxidación y con esto adquirir un posición que le permita permanecer constantemente conectado a la nueva sociedad. El envío constante de breves mensajes de texto en los que el usuario puede compartir su estado de ánimo en cada momento junto con el desarrollo de aplicaciones sencillas para subir fotografías al perfil, constituyen el abono perfecto para que la red social se pueda presentar al usuario como versátil y adaptable a sus necesidades; cuando, en realidad, es el usuario mismo el que adapta sus costumbres cotidianas a la citada configuración. Viéndose obligado a hacer uso de las citadas herramientas para demostrar a los demás usuarios que su actividad social virtual no cesa, sino que está en actualización constante. Y es precisamente esta necesidad de actualizar constantemente la que constituye el mayor factor de dependencia del usuario respecto a la red social digital. Por lo tanto las redes sociales digitales, lejos de constituir únicamente una herramienta gracias a la cual el usuario puede extender sus relaciones sociales reales, esclavizan al individuo sometiéndolo a su propia lógica.

Aún así no debemos caer en la tentación de presentar la sociedad digital como un ente suprahumano que impone su voluntad a los individuos que la integran. La lógica de su funcionamento, la necesidad de actualización constante, no preexiste ni acontece previamente a la misma utilización de los perfiles de usuario. Reconociendo lo tendador de una explicación escorada en el determinismo social, es necesario matizar que las peculiaridades que presentan las nuevas relaciones sociales en la red son producto de la interacción de los individuos que las utilizan y éstos crean unas dinámicas concretas que posteriormente podemos observar. Hasta aquí nada nuevo. Sin embargo es nuevamente necesario remarcar que la plataforma, la nueva Tierra virtual, no ha sido creada desde la neutralidad. No estaba ahí antes que nosotros, esperando pacientemente a ser utilizada. Las redes sociales digitales han sido ideadas, desarrolladas y puestas en funcionamiento siguiendo la lógica del desarrollo capitalista. La interacción constante de millones de usuarios basada en las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) se sustenta en la, nada novedosa por cierto, división internacional del trabajo. Los componentes electrónicos y los dispositivos necesarios para la consecución de esta interacción son fabricados por individuos que dificilmente tendrán acceso a estas herramientas de liberación social. Es de una ingenuidad insultante creer en la posibilidad de un escenario futuro donde cada habitante del planeta pueda disponer de un dispositivo móvil con el que conectarse a la sociedad silenciosa[7].

La sociedad silenciosa es aquella en la que predomina el ruido digital; la máxima expresión del desarrollo de las redes sociales digitales. La libertad de expresión lejos de existir como un derecho del que el inidividuo puede hacer gala dónde y cuándo le apetezca; se transforma en las redes sociales digitales para presentarse a imagen de un formulario interactivo donde la manifestación individual está prefigurada por el funcionamiento de ciertas aplicaciones informáticas que el usuario no controla, sino que acepta sin más cuando ingresa en la red social digital[8]. De esta manera los poderes políticos y económicos pueden desarrollar nuevas estrategias represivas al controlar totalmente el medio y el contenido de la libre manifestación digital. Por lo tanto la acción colectiva de los movimientos sociales de resistencia anticapitalista no puede, ni debería, basarse, o al menos fundamentarse parcialmente, en la utilización de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación como medio para la elaboración y distribución de estrategias políticas. Incluso las redes sociales digitales no capitalistas, así como los diferentes servidores y desarrolladores de software libre no pueden zafarse, en última instancia, de las herramientas tecnológicas necesarias para la puesta en marcha de las citadas plataformas que pretenden gozar de una relativa autonomía; y que han sido producidas en condiciones de explotación económica clásica[9].

De la misma manera la política del silencio es la sistematización institucional del ruido digital. Las calles y los centros de trabajo, en los territorios donde se extiende a más velocidad el uso de la red social digital, han dejado de ser lugares donde dar rienda suelta el descontento político provocado por las consecuencias del crecimiento económico: paro, precariedad laboral y recorte de los derechos laborales, aumento de las desigualdades sociales, acciones de sabotage industrial, etc. Si bien los partidos políticos adoptaron, hace décadas, la forma espectacular para llevar a cabo sus actos de propaganda debido a la influencia del medio televisivo; hoy sus estrategias están encaminadas a la obtención de centralidad política en el funcionamiento de las redes sociales digitales. No únicamente como medio para dar a conocer sus propuestas a los clientes-ciudadanos sinó también para trasladar la localización del debate político de la calle a la red. La libertad de expresión sufre así una singular contorsión para adaptarse a las exigencias tecnólgicas de las redes sociales digitales. Vemos como el sistema político de libertades, basado en la representatividad institucional, se adapta a un formato impuesto por una industria determinada: la del entretenimiento basado en internet. Estamos, pues, ante una nueva vuelta de tuerca de la estrategia estatal para elaborar una imagen idealizada de la democracia representativa apoyándose, esta vez, en las posibilidades de extensión democráctica facilitadas por la versatilidad de la nueva sociedad silenciosa.

En la lógica de la política silenciosa es de imperiosa necesidad que el individuo crea que su participación (o activismo) virtual existe a imagen de la acción humana, real. El ruido digital, la incesante actividad social en las redes sociales digitales, contribuye a la extensión y mantenimiento de la política del silencio. Cuando un altercado, conflicto o manifestación de descontento no circula por los canales establecidos en las redes sociales digitales permanece a salvo del condicionamiento de éstas y su resolución depende de la eficacia de la estrategia llevada a cabo, así como de la capacidad de resistir los embites del contrario. Por eso los poderes económicos y políticos trabajarán sin descanso para canalizar este tipo de protestas hacia la arena digital pues controlan mucho mejor los factores que determinarán su desarrollo, sin olvidar que su visibilidad social (su presencia en la calle) quedará totalmente neutralizada. Ésta es la principal estrategia de la política del silencio: trasladar el conflicto de las fábricas (y demás centros de trabajo), calles, barrios y municipios, a la red.

Isaac A.  (miembro de obxarxes)


[1] Y me refiero a lo relevante para un hipotético observador interesado en el comportamiento de las personas en cuestión. Desde el punto de vista del sujeto que se autoafirma modelando sus sentimientos vivencias el hecho mismo es de crucial importancia. Un diario privado no debería dejar de serlo a menos que su autor exprese su voluntad en sentido contrario. En el caso de los blogs o las redes sociales digitales el cáracter público de éstos es evidente, aquí el autor busca notoriedad.

[2] El recurso a la dicotomia ruido/silencio constituye únicamente una manera figurada de ejemplificar la preminencia o la ausencia de los estímulos que, a nivel sensorial, la red de redes nos puede ofrecer. Así en la afirmación anterior entiendo como ruido el continuo bombardeo de contenidos visuales y auditivos que se abalanzan sobre el usuario.

[3] De manera análoga ocurrirá, en sentido opuesto, con la discrepancia y la discusión. En las redes sociales digitales éstas últimas prácticamente no existen: el conflicto se expresa como silencio, como ausencia de contacto. Todo aquello que se sitúe fuera de la continua afirmación de nuestra identidad digital artificial constituye un obstáculo para la obtención (y conservación) de amistad, para la aceptación de contacto por parte de los otros.

[4] Si bien internet permite la comunicación verbal a tiempo real, no es una aplicación común entre los usuarios de las redes sociales digitales. En éstas priman los mensajes de texto muy breves y enviados con extrema celeridad.

[5] Descomposición si se prefiere.

[6] Si no puedes seguir el ritmo de la actualización constante es probable que tu perfil deje de ser atractivo para los demás usuarios. El auge de los dispositivos móviles equipados con conexión continua a la red provocan a la vez que reproducen esta situación.

Seria interesante indagar acerca de la relación entre grado de oxidación del perfil (expresada en el tiempo de actualización) y el número de contactos de ese perfil (llamados amigos en la red social digital). Una primera hipótesis de trabajo sería que el usuario con menor grado de oxidación (tarda menos tiempo en actualizar) suele ser más popular (dispone de más contactos que efectuan más comentarios de otros usuarios en su página de perfil).

[7] Que será aquella en la que los individuos paseen juntos sin dirigirse la palabra, en silencio, pues unos con otros únicamente se comunican por medio de la sociedad virtual. La sociedad red, concepto introducido por Manuel Castells, constituye la organización político-industrial previa a esta posible sociedad del silencio. Su desarrollo estableció las bases que han dado paso a este otro estadio posterior. No son etapas históricas separadas e independientes, éstas no existen; sin embargo es necesario subrayar que la sociedad virtual o silenciosa no podría aparecen sin el desarrollo completo de la organización industrial y política en red, fundamentada en las nuevas tecnologías de conectividad inalámbrica.

[8] Plataformas como Twitter han modificado su catálogo de aplicaciones al incorporar innovaciones introducidas por los propios usuarios. De esta manera la red social digital hace saber al usuario que cualquier aportación será sistematizada y perderá automáticamente su leve carácter transgresor. El dominio del usuario sobre la red social digital debe ser necesariamente limitado pues, no podemos olvidar, son empresas con ánimo de lucro las que desarrollan y realizan el mantenimiento de las plataformas.

[9] Mediante el perfeccionamiento e integración de los diferentes modos de organización industrial: trabajo en cadena y producción flexible. La mayor parte de los componentes necesarios para la puesta en marcha de la sociedad del silencio son fabricados en paises asiáticos donde, como en China, los trabajadores están sometidos a un férreo control por parte del estado y donde su capacidad de respuesta colectiva es duramente reprimida a la vez que se neutraliza mediante el aumento del poder adquisitivo de ciertas capas para garantizar su acceso a cierto nivel de consumo lo que le permite al estado: 1) dar salida a la sobreproducción (al excedente de productos que no logra exportar, si bien exporta la gran mayoría) y 2) promover institucionalmente un modelo de sociedad basada en el consumo, asociado éste al bienestar y la libertad, con objeto de hacerlo deseable al mayor parte de la población.

La amistad como mercancía

Posted in teoría crítica on December 16, 2010 by obxarxes

Aunque parezca inverosímil, hoy en día los amigos y amigas que uno puede llegar a tener se cuentan por decenas, centenares e incluso por miles. ¿Qué ocurre en este momento convulso de la historia para que las relaciones de amistad sean tan sumamente fértiles?

La respuesta es el nombre de la más conocida red social digital del momento; ésta cuenta ya con cientos de millones de usuarios en todo el mundo. Bajo la apariencia de una plataforma digital que permite la interrelación social entre sus usuarios, la mencionada red social no es más que una empresa cuyo lucro reside en la venta de los perfiles de los usuarios a las empresas de publicidad y marketing para que éstas elaboren estrategias con la intención de seducir a sus potenciales consumidores. Consumidores entre los que se encuentran también los mismos usuarios de la red, como receptores de dicha publicidad.

Hace un tiempo estuvo de actualidad una polémica alrededor de que los usuarios de esta red social, al aceptar los términos de uso, ceden la propiedad de la totalidad del contenido que han subido a su perfil (fotografías, videos o comentarios) a la empresa propietaria de la red social de manera perpetua y, con esta aceptación, le autorizan a que haga lo que le plazca con esos datos. Incluso se han dado casos de empresas que han despedido a sus empleados, utilizando declaraciones o evidencias que el usuario hizo públicas en la citada red social.

Dicho esto, ¿qué suponen las redes sociales digitales en un plano más complejo? Sin duda, y entre otras muchas cosas, un claro deterioro y despersonalización de las relaciones sociales cara a cara. Una enajenación de las relaciones sociales de amistad, transformándose éstas en mercancías cuya acumulación da fe[1], de la misma manera que en el caso de los bienes materiales de consumo, del nivel de aceptación social del individuo. De su prestigio social y estatus.

Con todo, se puede concluir, aún de forma prematura, que las relaciones de amistad que tienen lugar en las redes sociales digitales distan mucho de asemejarse a las relaciones de amistad en vivo. Y es totalmente cierto. Pero es igualmente cierto que, en la medida que los contactos que un usuario posee en una determinada red social pasan a denominarse amigos, los individuos pueden llegar a considerarse recíprocamente como tales. Sin embargo: “¡Es sólo una manera de denominar a los contactos!”. Entonces, ¿por qué no usuarios, contactos o miembros de la red, en lugar de amigos? Sencillamente porque es crucial presentar la red social a los individuos como una herramienta potencialmente válida para entablar relaciones de amistad tan, o más, auténticas que cualquier otra forma anterior de amistad.

Y, ¿por qué la amistad existe en la red social digital a semejanza de una mercancía?

En primer lugar porque la aplicación permite a los usuarios configurarse una identidad artificial, ideal y no real, con la que se relacionan de manera distante pues ésta puede corresponderse o no, en mayor o menor medida, con  experiencias y preferencias que hace suyas en la vida real, y que nunca son las mismas. Podríamos decir que el perfil adoptado por el usuario en la red social digital es una identidad falsa del individuo que puede tener relación en parte con su experiencia real pero que también supone una existencia separada que puede tomar vida propia. La construcción de esta falsa identidad tiene que ver, también, con la producción espectacular-mercantil de nuestra vida cotidiana; en la medida en que las relaciones que se dan en el medio virtual se enmarcan en una nebulosa similar a una performance, en la cual el sentido de la estética es central. El usuario concentra sus esfuerzos en resultar atractivo con objeto de acumular el máximo número de amigos posible. Es por esto que en las redes sociales digitales predomina lo audiovisual: las fotos, los videos donde los usuarios se muestran cual ganado en una feria. El usuario o usuaria adquiere (o solicita) amigos y amigas de forma compulsiva y, para que su acumulación sea posible, estas amistades deben adoptar la forma de paquetes acabados listos para consumir. Esto es, deben adoptar la forma mercancía donde la complejidad y las contradicciones propias de cualquier personalidad permanecen ocultas bajo una cortina de risas y felicidad. Si los perfiles de usuario reflejaran lo complejo de la personalidad (sus miedos, sus frustraciones…) no resultarían atractivos para su consumo inmediato y compulsivo[2]. Lógicamente, si no fuera así, difícilmente se podrían llegar a acumular centenares de amistades.

En este punto entra en juego la afinidad. Ésta es condición necesaria para la consecución de una amistad relativamente duradera, y suele florecer cuando las personas se encuentran ante dificultades (individuales y colectivas), que son compartidas, enfrentándose a ellas de manera conjunta y solidaria. Aún, en mi opinión, siendo necesaria la afinidad para la existencia de la amistad (y para el surgimiento de la acción política) no es suficiente y de ningún modo su presencia garantiza la ausencia de conflicto entre amigos o amigas. El conflicto entre éstos es inevitable y, también, necesario. Entonces, y teniendo en cuenta todo lo anterior, existen serias dificultades para creer que en las redes sociales digitales puedan desarrollarse relaciones de amistad completas [cuyas fases pueden ser: acercamiento o contacto inicial, conocimiento mutuo y, finalmente, afinidad o conflicto].

Los perfiles digitales son, además, una herramienta de control social profundamente eficaz en el proceso de homogeneización que, años ha, pusieron en marcha los medios de comunicación de masas en coalición con los aparatos burocrático-propagandísticos.

Como comentaba más arriba; no sólo la amistad, como relación social inherentemente humana, se mercantiliza y se cosifica, sino que los perfiles de usuario también toma la forma de mercancía. De hecho esto último debe darse previamente: si la relación mercantil es un intercambio (venta-consumo) de mercancías, las mercancías deben existir con anterioridad a esta relación. Sólo cuando son creadas, fabricadas, son puestas en circulación en el mercado de la amistad virtual.  De la misma manera que un fabricante de automóviles o televisores de plasma puede sentir la necesidad de consumir los productos que él mismo fabrica; el actor virtual no sólo consume los perfiles digitales creados por terceros sino que su mismo perfil constituye el centro de su consumo virtual. Si Herbert Marcuse creía que la gente se reconocía en sus mercancías, encontraba su alma en su automóvil o en su aparato de alta fidelidad; hoy en día este reconocimiento se produce tanto en relación al propio perfil virtual como a la comunidad que forman todos y cada uno de los contactos con los que el usuario se interrelaciona (en una especie de nacionalismo virtual)[3]. El individuo se identifica claramente con su producto porque, pese a no controlar todas y cada una de las condiciones de su fabricación, ha sido creado por él; y, a diferencia de la mayoría de los productos de consumo industrial, el suyo puede ser modificado (al menos parcialmente alterado) a placer una vez y otra.  En las redes sociales digitales el sujeto, el individuo, es creador y a la vez consumidor de su principal mercancía: él mismo. La identificación es máxima.

Por último, y también interpretando a Marcuse, la red social digital es un virtual escenario donde las clases sociales (y las diferentes posiciones sociales) aparentemente no existen. Ricos y pobres satisfacen sus necesidades llevando a cabo el consumo de la misma mercancía. Y ésta no es un reproductor de música o un vestido de alta costura; se trata de su propia existencia virtual. La ilusión de llevar a cabo una existencia paralela donde cada individuo puede configurarse según sus deseos. Esta asimilación indica, no la desaparición de las clases, sino la medida en que las necesidades y satisfacciones que sirven para la preservación del “sistema establecido” son compartidas por la población subyacente. (H. Marcuse)

Isaac A. (miembro de Obxarxes)


[1] En el mundo virtual de la red social y también fuera. No es extraño acertar a oír conversaciones entre personas que se preguntan mutuamente la magnitud de su acumulación de amistades virtuales.

[2] La amistad clásica no se consume. Necesita tiempo y no está exenta de dificultades y fracasos.

[3] Este curioso sentimiento de pertenencia no se manifiesta en una simple comunión social a imagen de los nacionalismos clásicos; en este caso el medio tecnológico que hace posible la red social digital forma parte indisociable de la imagen idealizada que el individuo se forma de la comunidad virtual. Es muy improbable que en ausencia de la plataforma informática necesaria para la consecución de la amistad virtual los usuarios trasladaran a la vida real sus relaciones con la misma intensidad. Intensidad que podría medirse, es una propuesta, por el tiempo diario dedicado.

versió catalana

L’amistat com a mercaderia.

Encara que sembli inversemblant, avui dia els amics i amigues que un pot arribar a tenir s’expliquen per desenes, centenars i fins i tot per milers. Què ocorre en aquest moment convuls de la història perquè les relacions d’amistat siguin tan summament fèrtils?.
La resposta és el nom de la més coneguda xarxa social digital del moment; aquesta explica ja amb centenars de milions d’usuaris a tot el món. Sota l’aparença d’una plataforma digital que permet la interrelació social entre els seus usuaris, l’esmentada xarxa social no és més que una empresa el lucre de la qual resideix en la venda dels perfils dels usuaris a les empreses de publicitat i màrqueting perquè aquestes elaborin estratègies amb la intenció de seduir als seus potencials consumidors. Consumidors entre els quals es troben també els mateixos usuaris de la xarxa, com a receptors d’aquesta publicitat.

Fa un temps va estar d’actualitat una polèmica al voltant de que els usuaris d’aquesta xarxa social, en acceptar els termes d’ús, cedeixen la propietat de la totalitat del contingut que han pujat al seu perfil (fotografies, videos o comentaris) a l’empresa propietària de la xarxa social de manera perpètua i, amb aquesta acceptació, li autoritzen al fet que faci el que li plagui amb aquestes dades. Fins i tot s’han donat casos d’empreses que han acomiadat als seus empleats, utilitzant declaracions o evidències que l’usuari va fer públiques a la citada xarxa social.
Dit això, què suposen les xarxes socials digitals en un plànol més complex? Sens dubte, i entre moltes altres coses, una clara deterioració i despersonalització de les relacions socials cara a cara. Una alienació de les relacions socials d’amistat, transformant-se aquestes en mercaderies l’acumulació de les quals dóna fe , de la mateixa manera que en el cas dels béns materials de consum, del nivell d’acceptació social de l’individu. Del seu prestigi social i estatus.

Amb tot, es pot concloure, encara de forma prematura, que les relacions d’amistat que tenen lloc a les xarxes socials digitals disten molt d’assemblar-se a les relacions d’amistat en viu. I és totalment cert. Però és igualment cert que, en la mesura que els contactes que un usuari posseeix en una determinada xarxa social passen a denominar-se amics, els individus poden arribar a considerar-se recíprocament com a tals. No obstant això: “És només una manera de denominar als contactes!”. Llavors, per què no usuaris, contactes o membres de la xarxa, en lloc d’amics? Senzillament perquè és crucial presentar la xarxa social als individus com una eina potencialment vàlida per entaular relacions d’amistat tan, o més, autèntiques que qualsevol altra forma anterior d’amistat.

I, perquè l’amistat existeix a la xarxa social digital a semblança d’una mercaderia?
En primer lloc perquè l’aplicació permet als usuaris configurar-se una identitat artificial, ideal i no real, amb la qual es relacionen de manera distant doncs aquesta pot correspondre’s o no, en major o menor mesura, amb experiències i preferències que fa seves en la vida real, i que mai són les mateixes. Podríem dir que el perfil adoptat per l’usuari a la xarxa social digital és una identitat falsa de l’individu que pot tenir relació en part amb la seva experiència real però que també suposa una existència separada que pot prendre vida pròpia. La construcció d’aquesta falsa identitat té a veure, també, amb la producció espectacular-mercantil de la nostra vida quotidiana; en la mesura en què les relacions que es donen en el mitjà virtual s’emmarquen en una nebulosa similar a una performance, en la qual el sentit de l’estètica és central. L’usuari concentra els seus esforços a resultar atractiu a fi d’acumular el màxim nombre d’amics possible. És per això que en Facebook predomina l’audiovisual: les fotos, els videos on els usuaris es mostren com guanyat en una fira. L’usuari o usuària adquireix (o sol·licita) amics i amigues de forma compulsiva i, perquè la seva acumulació sigui possible, aquestes amistats han d’adoptar la forma de paquets acabats llests per consumir. Això és, han d’adoptar la forma mercaderia on la complexitat i les contradiccions pròpies de qualsevol personalitat romanen ocultes sota una cortina de riures i felicitat. Si els perfils d’usuari reflectissin el complex de la personalitat (les seves pors, les seves frustracions…) no resultarien atractius per al seu consum immediat i compulsiu . Si no fos així, difícilment es podrien arribar a acumular centenars d’amistats.

En aquest punt entra en joc l’afinitat. Aquesta és condició necessària per a la consecució d’una amistat relativament duradora, i sol florir quan les persones es troben davant dificultats (individuals i col·lectives), que són compartides, enfrontant-se a elles de manera conjunta i solidària. Encara, al meu entendre, sent necessària l’afinitat per a l’existència de l’amistat (i per al sorgiment de l’acció política) no és suficient i de cap manera la seva presència garanteix l’absència de conflicte entre amics o amigues. El conflicte entre aquests és inevitable i, també, necessari . Llavors, i tenint en compte tot l’anterior, existeixen serioses dificultats per creure que a les xarxes socials digitals puguin desenvolupar-se relacions d’amistat completes [les fases de la qual poden ser: acostament o contacte inicial, coneixement mutu i, finalment, afinitat o conflicte].
Els perfils digitals són, a més, una eina de control social profundament eficaç en el procés d’homogeneïtzació que, anys ha, van engegar els mitjans de comunicació de masses en coalició amb els aparells burocràtic-propagandístics.

Com comentava més amunt; no només l’amistat, com a relació social inherentment humana, es mercantilitza i es cosifica, sinó que els perfils d’usuari també pren la forma de mercaderia. De fet això últim ha de donar-se prèviament: si la relació mercantil és un intercanvi (venda-consum) de mercaderies, les mercaderies han d’existir amb anterioritat a aquesta relació. Només quan són creades, fabricades, són posades en circulació al mercat de l’amistat virtual. De la mateixa manera que un fabricant d’automòbils o televisors de plasma pot sentir la necessitat de consumir els productes que ell mateix fabrica; l’actor virtual no només consumeix els perfils digitals creats per tercers sinó que el seu mateix perfil constitueix el centre del seu consum virtual. Si Herbert Marcuse creia que la gent es reconeixia en les seves mercaderies, trobava la seva ànima en el seu automòbil o en el seu aparell d’alta fidelitat; avui dia aquest reconeixement es produeix tant en relació al propi perfil virtual com a la comunitat que formen tots i cadascun dels contactes amb els quals l’usuari s’interrelaciona (en una espècie de nacionalisme virtual) . L’individu s’identifica clarament amb el seu producte perquè, malgrat no controlar totes i cadascuna de les condicions de la seva fabricació, ha estat creat per ell; i, a diferència de la majoria dels productes de consum industrial, el seu pot ser modificat (almenys parcialment alterat) a plaure una vegada i una altra. A les xarxes socials digitals el subjecte, l’individu, és creador i alhora consumidor de la seva principal mercaderia: ell mateix. La identificació és màxima.

Finalment, i també interpretant a Marcuse, la xarxa social digital és un virtual escenari on les classes socials (i les diferents posicions socials) aparentment no existeixen. Rics i pobres satisfan les seves necessitats duent a terme el consum de la mateixa mercaderia. I aquesta no és un reproductor de música o un vestit d’alta costura; es tracta de la seva pròpia existència virtual. La il·lusió de dur a terme una existència paral·lela on cada individu pot configurar-se segons els seus desitjos. Aquesta assimilació indica no la desaparición de las clases, sino la medida en que las necesidades y satisfacciones que sirven para la preservación del “sistema establecido” son compartidas por la población subyacente.

Comença el camí…

Posted in info on December 13, 2010 by obxarxes

“Conforme las grandes palabras de libertad y realización son pronunciadas por los líderes de las campañas y los políticos en las pantallas de televisión, las radios y los escenarios, se convierten en sonidos sin sentido que lo adquieren sólo dentro del contexto de la propaganda y los negocios, la disciplina y el descanso.” Herbert Marcuse, El hombre unidimensional (1954)

Una nova revolució està en marxa. Experts en història, científics socials, politòlegs i periodistes asseguren que vivim un moment en què la comunicació humana sofreix una profunda transformació segons la qual els individus es relacionen entre si d’una manera mai vista fins ara. O, almenys, no amb la intensitat actual. Els actors i les actrius d’aquesta revolució no precisen més que d’un terminal interactiu i connexió a la xarxa de xarxes per ser partíceps d’ella. Individus, governs, partits polítics, empreses, corporacions, organitzacions no governamentals o moviments socials d’una altra índole, ballen al ritme dels breus missatges que entre els uns i els altres intercanvien.

Acceptem que el mitjà tecnològic, mitjançant el qual es duu a terme aquesta comunicació, és revolucionari, doncs res similar havia estat vist. No obstant això, ho són també els continguts? La fi i els mitjans es fusionen en una acció comunicativa excesivament ràpida que cobra valor per si mateixa. Ens sorprenem de com centenars de milers d’usuaris envien d’altres missatges amb una fugacitat increïble, però què contenen aquests correus del futur? Quin nivell de complexitat o de reflexió poden contenir-se en 140 caracters? El soroll digital no ens permet apreciar el silenci, el buit d’unes relacions socials que oculten la veritable raó de la seva existència: la preservació de l’ordre establert.

Aquesta efervescència digital a la qual ens enfrontem no es correspon en absolut amb una activitat significativa en l’exterior. Si a la xarxa les múltiples relacions posen en evidència la profunda atomització dels usuaris, al carrer l’acció col·lectiva és cada vegada menys contundent respecte a les envestides del capital organitzat i de l’aparell burocràtic-institucional conegut com a Estat.

Per la seva banda, els mitjans de comunicació (que ho són també de propaganda) i els governs han obtingut una coartada magnífica en el fenomen de les xarxes socials digitals. Es fan valer d’aquestes a fi de presentar-se als individus com garants de la participació ciutadana. Reproduir els missatges dels usuaris, publicats a les xarxes socials, referents a temes d’actualitat s’ha convertit en un recurs periodístic molt habitual. D’aquesta manera uns eviten l’enutjós tràmit de filtrar les trucades per adequar-les a l’orientació de les seves informacions, extractar els correus electrònics o censurar les cartes al director (encara que a les xarxes socials també existeix la censura, i aquesta pren una forma molt més sistemàtica); i els altres per la seva banda aprofiten la naixent democràcia digital per escanyar el ja de per si fràgil i dubtòs sistema de drets i llibertats. Els escarits missatges de 140 caràcters constitueixen la matèria primera perfecta per a la fabricació de la informació-espectacle: són breus, senzills i es renoven constantment.

En aquest context, l’Observatori dels Xarxes Socials s’ofereix com una eina més amb la qual contribuir a la crítica de la vida mediatitzada per la tecnologia. La crítica de la quotidianitat passa avui,com ahir, per l’enfrontament a una manera de vida que segresta i talla nostra capacitat real d’emancipació individual i col·lectiva. Algunes de les nostres motivacions són:
– Elaborar una crítica de la quotidianitat virtual
– Evidenciar la mercantilització (llegeixi’s alienació) de les relacions socials d’amistat i, per tant, d’afinitat.
– Facilitar una reflexió col·lectiva en relació al concepte de ciber-militància en el marc de les assemblees, ateneus i centres socials.

– Analitzar el paper dels mass-media, en el context de les xarxes socials digitals, com a generadors-receptors de informació.

Per això, i reconeixent per endavant la controvèrsia que pugui generar aquesta decisió, l’Observatori es dotarà del present blog, d’un correu electrònic i de dos perfils a les xarxes socials capitalistes Twitter i Facebook. L’activitat en aquestes últimes quedarà limitada als objectius a dalt esmentats. A més, sol·licitarem el contacte amb aquelles organitzacions dels moviments socials (anticapitalistes i antiautoritaris, s’entén) amb l’única fi de convidar-los a unir-se a la nostra crítica de l’existència quotidiana virtual promovent també la realització d’activitats en l’exterior destinades a reflexionar sobre aquest tema. L’Observatori no sol·licitarà, però tampoc rebutjarà, el contacte amb perfils individuals en situar-se fora del seu camp d’acció inicial. L’Observatori no comparteix el concepte d’amic-amiga per referir-se als usuaris amb els quals pugui establir contacte a les xarxes socials.

Castellano

Una nueva revolución está en marcha. Expertos en historia, científicos sociales, politólogos y periodistas aseguran que vivimos un momento en que la comunicación humana sufre una profunda transformación según la cual los individuos se relacionan entre sí de un modo nunca visto hasta ahora. O, al menos, no con la intensidad actual. Los actores y las actrices de esta revolución no precisan más que de un terminal interactivo y conexión a la red de redes para ser partícipes de ella. Individuos, gobiernos, partidos políticos, empresas, coorporaciones, organizaciones no gubernamentales o movimentos sociales de otra índole, bailan al son de los breves mensajes que entre unos y otros intercambian.

Aceptemos que el medio tecnológico, mediante el cual se lleva a cabo esta comunicación, es revolucionario, pues nada similar había sido visto. Sin embargo, ¿lo son también los contenidos? El fin y los medios se fusionan en una acción comunicativa fugaz que cobra valor por sí misma. Nos asombramos de cómo cientos de miles de usuarios envian otros tantos mensajes con una velocidad increíble, pero ¿qué contienen estos correos del futuro? ¿Qué nivel de complejidad o de reflexión pueden contenerse en 140 caracteres? El ruido digital no nos permite apreciar el silencio, el vacío de unas relaciones sociales huecas que ocultan la verdadera razón de su existencia: la preservación del orden establecido.

Esta efervescencia digital a la que nos enfrentamos no se corresponde en absoluto con una actividad significativa en el exterior. Si en la red las múltiples relaciones ponen en evidencia la profunda atomización de los usuarios, en la calle la acción colectiva es cada vez menos contundente respecto a las embestidas del capital organizado y del aparato burocrático-institucional conocido como Estado.

Por su parte, los medios de comunicación (que lo son también de propaganda) y los gobiernos han obtenido una coartada magnífica en el fenómeno de las redes sociales digitales. Se hacen valer de éstas con objeto de presentarse a los individuos como paladines de la participación ciudadana. Reproducir los mensajes de los usuarios, publicados en las redes sociales, referentes a temas de actualidad se ha convertido en un recurso periodístico muy habitual. De esta manera unos evitan el engorroso trámite de filtrar las llamadas para adecuarlas a la “orientación” de sus informaciones, extractar los correos electrónicos o censurar las cartas al director (aunque en las redes sociales también se practica la censura digital siendo ésta más sistemática si cabe); y los otros aprovechan la emergente democracia digital para estrangular el ya de por si frágil sistema de derechos y libertades. Los escuetos  mensajes de 140 caracteres constituyen la materia prima perfecta para la fabricación de la información-espectáculo: son breves, simples y se renuevan constantemente.

En este contexto, el Observatori de les Xarxes Socials se ofrece como una herramienta más con la que contribuir a la crítica de la vida mediatizada por la tecnología. La crítica de la cotidianeidad pasa hoy, como ayer, por el enfrentamiento a un modo de vida que secuestra y cercena nuestra capacidad real de emancipación individual y colectiva.  Algunas de nuestras motivaciones son:

– Elaborar una crítica de la cotidianedad virtual

– Evidenciar la mercantilización (léase enajenación) de las relaciones sociales de amistad y, por lo tanto, de afinidad.

– Facilitar una reflexión colectiva en relación al concepto de cibermilitancia en el marco de las asambleas, ateneos y centros sociales.

– Analizar el papel de los medios de comunicación de masas, en el escenario de las redes sociales, como generadores-receptores de información.

Para ello, y reconociendo de antemano la controversia que pueda generar esta decisión, el Observatori se dotará del presente blog, de un correo electrónico y de dos perfiles en las redes sociales capitalistas Twitter y Facebook. La actividad en éstas últimas quedará limitada a los objetivos arriba mencionados. Además, solicitaremos el contacto con aquellas organizaciones de los movimientos sociales (anticapitalistas y antiautoritarios, se entiende) con el único fin de invitarles a unirse a nuestra crítica de la existencia cotidiana virtual promoviendo también la realización de actividades en el exterior destinadas a reflexionar al respecto. El Observatori no solicitará, pero tampoco rechazará, el contacto con perfiles individuales al situarse fuera de su campo de acción inicial. El Observatori no comparte el concepto de amigo/a para referirse a los usuarios con los que pueda establecer contacto en las redes sociales.